ERÓTICOS y AFINES


En este blog encontrarán una guarida, que es mía, y de todos. Un lugar donde se refugian la escritura -particularmente la erótica- y aquellas palabras que resurgen, resuenan, y se encadenan hacia otros rumbos.

“Un escritor tiene que saber mentir”

Emilio Rodrigué

25 de julio de 2011

HOMBRE BUSCA MUJER IDIOTA

Hombre busca: mujer intelectualmente inteligente, afectivamente idiota. Si tiene algunas curvas, y algo de carne, mejor. Preferentemente buenísima en la cama (no excluyente) A la vuelta de la esquina, con su lupa minuciosa percibe a la presa. La mira. La encanta. Ella duda, consulta. Se pone nerviosa. Siente la transpiración en la nuca. La pelvis húmeda. Habla horas y horas por teléfono con sus amigas, con su terapeuta, con el almacenero. Adelgaza. Los demás perciben que algo le pasa y le preguntan. Ella se siente una diva. Ella cae. Sigue la música del flautista, el aroma de las endorfinas en el aire la atrapa en la telaraña del amor y las mentiras. Ella es como a él le gustan- dice- físicamente, la halaga, le hace cariños. También le dice que no quiere lastimarla. Ella delira de placer. Es él, es él, le dice al viento. Es él que finalmente llega, que ha llegado. Es el mesías de los hombres. Un ser perfecto. Un hombre. No un cobarde más. Entonces salen. Se ven. Se besan. Él no quiere acostarse enseguida. Ella piensa que esto es raro, pero entiende sus razones, las respeta. Lo toma como parte de su gran espíritu, de sus valores. No es uno más. Es él, es él, es él, sigue gritándole al viento. Se sienta por las noches y aúlla a la luna llena. Es loba. Y corre a sus brazos. Se entrega. Lo tiene. Él se da cuenta que ella además es una mujer independiente, implícitamente madre, porque cobija a todos. Y a él no sólo lo cuida, sino que lo sostiene, lo escucha, lo seduce. Ella le hace el amor como ninguna. Y también se atrapa. Sin intención. Queda prendido en su propia trampa. Trata de liberarse y le dice que ya está, que ya no puede seguir con ella. No puede devolverle lo que le ha sido dado. Se retira. Busca otra víctima posible, publica nuevos avisos en carteleras cercanas. Ella queda sola, desnuda, esperando que regrese. Y vuelve. Y se va. Y se va. Se va finalmente con otra. Entonces, ella llora de dolor, en la noche sin estrellas. En la soledad de la almohada. En las fiestas navideñas, o cuando es la única. El mundo está hecho para que las mujeres no anden solas. Ella ha nadado contra la corriente muchas veces. Se ha empeñado y empañado las axilas y el alma millones de minutos de su vida. Pero el fuego de la espada del hombre la hace idiota. La pone vulnerable frente a lo que sea. No hay olvido ni perdón para los cobardes. No hay bilis posible de expulsar. Luego el dolor. Las lágrimas. Constatar que se fue, como algo pasajero, aunque haya durado años. El tiempo, le muestra las arrugas de la cara, y de los pechos. Ella llora. El tiempo -le dicen- cura las heridas, pero no es cierto. Se cierran, pero sangran. Quedan marcas, como las de los guerreros que vuelven de encarnizadas batallas de anhelos impedidos. Gráciles mutilados. Que sienten el miembro aunque no esté. Entonces, ella le grita a la luna, no es él, no es él. No era él. No era.

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